Un servidor de pasado en copa nueva Por Fernando Gómez

01-08-2022 Opinion

Sergio Massa será designado como nuevo ministro de Economía. El poder económico instala desde los medios hegemónicos que se trata de un “superministro”. Una decisión que no parece haberse tomado en el país, impuesta tras una corrida cambiaria, y que permite intuir una nueva etapa en que se busca estabilidad para consolidar la dependencia.

La crónica de los últimos acontecimientos destaca que Sergio Tomás Massa es el nuevo ministro de Economía. Que asumirá recién el día martes, una vez que se haya convalidado su renuncia a la presidencia de la Cámara de Diputados y logre imponer su recambio en la persona de Cecilia Moreau. Que bajo su órbita quedarán subsumidas las funciones de los ministerios de desarrollo productivo, y de agricultura, ganadería y pesca. Finalmente, la crónica podría decir que tras su reunión en Olivos con Alberto Fernández, Massa sostuvo que recién el día miércoles daría a conocer a su equipo económico y el paquete de medidas con el que pretende estabilizar la conflictiva situación económica.

Es decir, hasta el cierre de esta edición, Massa no asumió ningún cargo, pero la simple comunicación de la voluntad política de que así suceda, logró hacer retroceder 50 pesos la cotización ilegal del dólar, hacer retroceder los dólares legales financieros que manejan los grupos económicos, hacer crecer la cotización de los bonos argentinos en los centros de la timba especulativa de Estados Unidos, y un conjunto de celebraciones en las filas del Frente de Todos y del poder económico nacional y extranjero.

Es lógico que un sector de la genuina militancia que aún conserva expectativas en el devenir institucional del Frente de Todos viva con desorientación la anomalía institucional, política y económica que atraviesa la actual coyuntura del país, pero también es honesto señalar que dicha desorientación es apenas ideológica y que, en el devenir de los acontecimientos, no existe sorpresa alguna por ser alegada.

Lo que sucede en el gobierno, y que padece el país, es la imposición por parte del poder económico subordinado a los intereses de Estados Unidos de un nuevo mando político por fuera de los resortes institucionales existentes. Sergio Massa es la consecuencia del acuerdo con el FMI, de la dependencia económica en la que están sumergidos nuestros recursos estratégicos, de la concentración económica que se agrava con el paso de los años y de la reciente corrida cambiaria que cede tras haber conquistado sus objetivos.

A lo sumo, el resto de los componentes del Frente de Todos, pueden impostar ser protagonistas de la nueva configuración del gobierno, pero lo saben ellos, y cualquiera que se detenga un minuto sobre la impotencia cotidiana que caracteriza la acción de gobierno en cualquiera de sus componentes, apenas puedan decidir sobre la fragancia que disimula la mierda.

Las horas contadas

Silvina Batakis apenas orillará el mes de mandato. Cuando asumió garantizó el acuerdo con el FMI, tomó decisiones para ajustar el gasto público y el déficit fiscal, ajustó cuentas y se mostró ortodoxa para satisfacer las demandas del mercado. Asumió por sugerencia de Miguel Pesce, que vendió dólares a lo tonto durante todo un mes, subió las tasas de interés para acercarla a las pretensiones del mercado, garantizó dólares a los especuladores y financió fuga de capitales en la medida que lo presionaron un poquito.

En sus días al frente del Ministerio, transcurrió 72 horas en Estados Unidos con una agenda limitada a reportar sus intenciones ante el FMI, el Tesoro y grupos económicos.

Infobae, representante mediático de los intereses norteamericanos en Argentina, relató que entre los empresarios “La escucharon ejecutivos de los bancos Citibank, Morgan Stanley, Barclays (Sebastián Vargas), Santander (Siobhan Morden) y Goldman Sanchs (del equipo de Alberto Ramos); también, de los fondos Adcap (Javier Timerman), Golden Tree (Matías Silvani), Gramercy (Gustavo Ferraro), Braybreach, VR Investments, Paloma Partners y Wellington Management, entre otros. En el auditorio había ejecutivos de bancos y fondos de inversión poco interesados en comprar papeles argentinos en el corto plazo, pero preocupados por la posibilidad de que el país vuelva a caer en default”

Agregó Infobae que “en las dos horas y media de la reunión, la funcionaria les aseguró a ejecutivos y analistas que habrá un claro ajuste fiscal, que la devaluación del tipo de cambio oficial no es el camino adecuado, que las tasas de interés subirán y que el Gobierno cumplirá con los compromisos que asumió ante el FMI.”

Ni todo eso alcanzó para satisfacer el vector ultra liberal que caracteriza el modo en que el poder económico que reporta a los intereses norteamericanos se prepara para la recesión doméstica que atravesarán. La recesión interna de Estados Unidos, demandará sacrificio en las economías de la periferia que consideran propia. No es invención de esta columna, es lo que expresan en cada intervención del Comando Sur, el BID, el FMI, el Tesoro, el Departamento de Estado o quien le toque tomar la palabra.

En Estados Unidos parecen andar necesitando un Ministerio de Colonias en cada país donde existen recursos estratégicos, sean ésta tierras cultivables y producción de alimentos, potencialidad energética o insumos para el desarrollo tecnológico. Y nosotros las tenemos todas. Por muchas buenas intenciones que les transmitía, Batakis no es orgánica del poder económico. Necesitaban más.

La ministra de economía no llegó a abordar el avión que salió con demoras, que el dólar seguía trepando en su cotización ilegal y en el famoso “contado con liqui” utilizado en la bolsa para fugar capitales. En pleno vuelo, no sólo estaba definido su reemplazo, si no, la nueva figura para garantizar la gobernanza de la Argentina.

Lo que parecen indicar los acontecimientos que precedieron la comunicación de la futura designación de Sergio Massa, es que la decisión no se tomó en Argentina, donde apenas se convalidó lo decidido fronteras afuera. Incluso, nadie podría asegurar que el propio Massa hubiera convalidado su actual destino.

Un eternizador de dioses del ocaso

La calificación mediática de Super Ministerio y la batería de pelotudeces transformadas en memes y videos virales, pretenden reinstalar en la Argentina la figura que otrora bendijera la asunción de Domingo Cavallo como ministro plenipotenciario de los gobiernos de Menem y De La Rúa, o mas atrás en el tiempo, de Martínez de Hoz. Incluso, como sucedió en el menemismo, en filas propias del peronismo, se celebra la idea de un Super Ministerio para recuperar una gobernabilidad errática. Paradójicamente, se celebra el vacío absoluto de poder.

Cada vez que los medios hegemónicos presentaron a una figura política o económica como “superministro” fue para robustecer el poder que ostentaban para imponer un programa económico a la medida de los intereses del poder económico, nacional y foráneo.

Así fue presentado José Alfredo Martínez de Hoz, con sus doce puntos programáticos que significaron la liberalización absoluta de nuestra economía y la subordinación de nuestros resortes estratégicos a disposición del extranjero. Esos doce puntos programáticos, fueron luego profundizados por Domingo Felipe Cavallo, primero durante el menemismo, y luego con el gobierno de De La Rúa.

El 20 de septiembre del año 2000, el Consejo Empresario Argentino (CEA) recibió a Fernando de la Rúa y su otrora ministro de economía, José Luis Machinea. Al evento fue invitado José Alfredo Martínez de Hoz, quien no sólo fue reivindicado por los empresarios, además, fue justificado por el entonces vicepresidente Carlos “Chacho” Álvarez quien sostuvo por aquél entonces que “Se trata de escuchar ideas y pensamientos, se puede escuchar a todos los sectores”.

En sus memorias, De La Rúa sostuvo hasta el último de sus días que fue Chacho Álvarez, ya renunciado, quien le sugirió que designara a Cavallo como “superministro” de economía. Lo cierto es que la figura de Cavallo enfrío apenas los sobresaltos que le deparaba el poder económico que exigía una devaluación de la moneda nacional.

Pero lo que efectivamente le puso freno a la búsqueda de estabilizar las variables macroeconómicas que garantizaran el saqueo de la riqueza nacional sin sobresaltos democráticos fue la decisión de un pueblo de no aceptar el ciclo de ajuste con la misma mansedumbre bovina con que lo aceptaba una clase política que hacía años se había acostumbrado a los honores y había abandonado la lucha. Una suerte de peronismo al revés, domesticado y devenido en progresismo institucional que no podía interpretar las demandas populares.

No hubo superministro alguno que pudiera frenar aquél 20 de diciembre de 2001, y esa es una lección a tener en cuenta por todo aquél que decida asumir un tono celebratorio en este ciclo de tiempo indeterminado en el que habrá de intentar estabilizar las variables económicas, para asegurar la imposición tranquila de un modelo de dependencia económica aún más severo.

Un instrumento sin mejores resplandores…

Enero de 2016, Mauricio Macri ya acomodado en la Casa Rosada, emprendió viaje al Foro Económico de Davos, donde se reúne el poder económico occidental, allí donde se busca condicionar los destinos económicos de una buena parte del planeta tierra.

Como invitado especial, Sergio Massa fue presentado por Mauricio Macri como “el futuro líder de la oposición” y del peronismo. “El nuevo presidente trajo al líder de la oposición con él. Eso es lo que debemos hacer en casa” dijo Joe Biden, quien por aquél entonces apenas tenía vocación de sentarse en la Casa Blanca, lugar al que llegó tiempo después.

No hace falta repasar en Wikileaks o hacer un curriculum vitae del nuevo ministro de economía, ni los romantizadores del tiempo actual son capaces de negar su pertenencia política, su historia y su inserción orgánica en el poder económico.

Sí es necesario en tiempos de desorientación ideológica, hacer notar que es muy diferente visitar la embajada norteamericana, práctica habitual en la dirigencia política actual que busca convalidaciones en el extranjero antes de acumular representatividad popular, que ser orgánico a los intereses foráneos. En el primer caso, uno puede conservar algún margen de independencia política, cuando uno asume organicidad, apenas se limita a representar sus mandantes.

Quizás sea éste el tiempo de Massa de demostrar lo equivocadas que han sido las biografías edificadas sobre su persona y que su designación no se trata, apenas, de lucecitas montadas para escena.

Futurología

La prudencia recomienda no hacer especulaciones sobre el futuro. Menos aún, sobre el éxito o el fracaso de determinados individuos en el devenir de su carrera loca hacia el estrellato político. Lo que sí es sano en política, es poder analizar la etapa, para asumir con sentido de responsabilidad histórica y compromiso con el futuro, las tareas que se asumen colectivamente en un determinado tiempo histórico.

El Frente de Todos ha ingresado en una nueva etapa, en la que ha perdido la potestad de decidir quién toma las decisiones. Puede recuperar esa facultad concedida por el voto popular y perdida por eludir el compromiso con el pueblo que los depositara en lugares de responsabilidad política, es cierto. Pero lo que no deja de ser cierto, es que ha dejado definitivamente de ser instrumento para poner en clave de avance una agenda patriótica que permita poner en el horizonte un destino de grandeza para nuestra Patria y de felicidad para nuestro Pueblo.

Cuanto mucho, su éxito puede significar una suerte de estabilidad económica que garantice la reproducción del sistema económico que evidencia postales de una injusticia social insoportable, de un retroceso en materia de soberanía que sobresaltaría la dignidad de cualquier patriota y de carencia absoluta de independencia económica, verificable en cada resorte estratégico de la riqueza nacional.

No siempre quienes hablaron en nombre del peronismo, se comportaban como peronistas. El Menemismo es una viga incrustada en el ojo propio, por si hacen falta explicaciones sobre el asunto. A pesar de lo vulgarmente explícito que significó el menemismo, no faltaron quienes se anotaban para “dar la batalla desde adentro”, porque se había caído el muro de Berlín, estaba el consenso de Washington y todos los cosos que justificaban la pasantía en el Estado que conquistaban acompañando la profundización del ciclo neoliberal.

El presidente del Banco Nación se enteró que había sido desplazado de su cargo apenas un segundo antes de ser convocado por un locutor para dar un discurso en La Rioja. Las palabras del ignoto Eduardo Hecker fueron improvisadas al instante, de allí que expresan la desorientación y el ánimo del funcionario. “Estoy, la verdad, así son las cosas, el banco que hoy dejamos, o que hoy me toca dejar a mi o que hoy me deja a mi” decía entre balbuceante explicación de lo que no comprendía, para luego rematar con un contundente “En algún casillero podré ubicarme”.

Así vive una importante porción de la clase política su futuro: “En algún casillero podré ubicarme”, mientras la militancia observa impávida el abandono absoluto sobre cualquier premisa que indique pensar la Patria, su destino y planificar una estrategia para la conquista de nuestro futuro.

Más que hacer futurología sobre la suerte de las personas, es la hora de la militancia, de recuperar la capacidad de pensar colectivamente, y desde sus propios zapatos, una agenda patriótica que permita volver a poner la liberación nacional como objetivo.

Hay una tarea impostergable que demanda la hora. Hay que volver a reconstruir la confianza de nuestro pueblo en la política, hay que contener el dolor social que viven las mayorías y edificar una voluntad colectiva capaz de reconstruir un pensamiento nacional que permita proyectar en el horizonte un destino de grandeza para nuestra Patria y de felicidad para nuestro Pueblo. Y esa hora, necesita del protagonismo de la militancia.

En definitiva, ni la suerte de los individuos, ni la suerte de los mercados, habrá de salvar a la Patria, más bien todo lo contrario. En definitiva, como se nos enseñara desde lo profundo de nuestra historia, sólo el pueblo salvará al pueblo.

¡Ay si no creyera en la esperanza!… ¿Qué cosa fuera?

CREDITO: INFONATIVA

Autor: Oscar Arnau