Trump, Bolsonaro, Cambiemos y el Mundo Por Gonzalo Irastorza

08-01-2019 Opinion

Con el acceso -¿sorpresivo?- de Donald Trump a la presidencia de EE. UU. en noviembre de 2016, comienza a terminar de perfilarse un cambio de tendencia en los asuntos globales. El candidato republicano, conservador hasta la médula, viene a representar un giro copernicano no sólo en la Casa Blanca, sino por supuesto, en el mundo. Un auténtico “outsider”, es decir, un político ajeno a las convenciones “normales”, llega al poder en la máxima superpotencia mundial, con un discurso “políticamente incorrecto”: ferviente defensor de los valores tradicionales, del “interior profundo”[1], de la tenencia legal de armas que es parte de la idiosincrasia clásica americana, y de su ya célebre “Let’s make America great again”. La novedad radica en que el Salón Oval, es ahora ocupado por un nacionalista, enemigo de las corrientes globalistas multi-culturalistas.

 

Lo que está sucediendo en Brasil, con la asunción de Jair Messias Bolsonaro, el pasado 1ro de enero de 2019, marca, sin dudas, un clave punto de inflexión en Latinoamérica. Auténtica “histeria progresista”, de “horror” frente a la aparición de la “ultra-derecha”, se ve en la mayoría de los Medios de Comunicación, formadores de opinión y políticos tradicionales, que no alcanzan a dimensionar las particularidades propias del gigante sudamericano, y que no pueden ver o no quieren entender, los nuevos vientos conservadores que están soplando en buena parte del mundo: Hungría, Polonia, Italia, VOX en España, son algunas pruebas de ello.

 

Lo cierto es que, en este mundo en redefinición tras el desencanto por el híper-globalismo, empiezan a vislumbrarse dos tendencias bien claras y opuestas: los multi-culturalistas a ultranza, al estilo de los  socialdemócratas progresistas, y los “neo–nacionalismos” o “localismos” anti-globalistas. En el primer grupo, se encuentran la socialdemocracia de Angela Merkel (Alemania), Justin Trudeau (Canadá), Emmanuel Macron (Francia) y buena parte de los países europeos. En el segundo, Donald Trump (EE. UU.), Vladimir Puttin (Rusia), Viktor Orbán (Hungría), el Partido Ley y Justicia (Polonia) y la Italia de Matteo Salvini. Cuestiones y diferencias esenciales, metafísicas podría sentenciarse, separan a estas dos tendencias antagónicas: el respeto a las tradiciones religiosas y nacionales, cuidado de la migración irrestricta, rechazo a la ideología de género, política activa de tenencia de armas en ciudadanos calificados, baja de impuestos y preservación irrestricta al derecho de propiedad y a la iniciativa privada, por el lado del sector de “derecha”. En la “izquierda progresista”, abundan las políticas pro-migratorias impulsadas por el ultra-globalismo de la ONU[2] y Bruselas (UE), promoción del control de natalidad vía interrupción del embarazo, abrazo decidido a la ideología de género en sus versiones más extremas, legalización del consumo de estupefacientes, desprecio a cualquier tipo de orden estricto en materia de seguridad: el Partido Demócrata en EE. UU., resume, acabadamente, buena parte de esta filosofía “progre”.

 

Jair Bolsonaro (PSL) y Maurcio Macri (Cambiemos), simbolizan, en ese sentido, dos ideologías bien dispares de estas corrientes opuestas en el mundo: el gobierno surgido tras la década K, representa, en muchos sentidos, una profundización de la política “progresista” de NCK y CFK. Así lo atestiguan, las claramente izquierdistas políticas de género, DD. HH., planes asistencialistas y adhesión a la IVE promovida abiertamente en el país por Planned Parenthood; desde lo económico, la presión tributaria récord que ostentará la Argentina en 2019. La completa desmilitarización y fuerte ajuste en las FF. AA., es otro rasgo “superador” de la gestión Cambiemos con relación al kirchnerismo. En lo penal – policial – represivo, más allá de declamaciones mediáticas del Ministerio de Seguridad, continúa, esencialmente, el garantismo y el permisivismo total en los cortes de rutas, calles y arterias de circulación nacional, y muy particularmente en CABA y GBA, los dos espacios urbanos más poblados, permanentemente sitiados por manifestaciones de toda índole.

En el Brasil de Bolsonaro, que recién se estrena en el mando, la dirección corre claramente en otro sentido. Debemos tener presente, que este político no tradicional, llega con el apoyo total de las FF. AA. -que en el país vecino gozan de mucho prestigio-, del sector agropecuario y de los grupos religiosos conservadores. Los industriales y el establishment brasileño, terminaron apuntalando al Capitán retirado, finalmente, como garantía “anti-PT”. Amerita dimensionar, que el gigante carioca, sufre alrededor de 200 muertes violentas diarias, y que, en ese sentido, la dura política represiva preanunciada por Jair contra los “bandidos”[3], es, prácticamente, un reclamo unánime de todos los niveles sociales. Párrafo aparte, merece el hastío de la sociedad brasileña con la mega corrupción de Lula y sus amigos. Bolsonaro ha sabido aprovechar ese hartazgo y capitalizarlo a su favor.

 

La geopolítica, en la actual coyuntura, juega un papel primordial en estos pagos sudamericanos. EE. UU. y su Departamento de Estado, buscan evitar a toda costa la intromisión y/o expansión de China – Rusia en Latinoamérica, pretensiones para las que Bolsonaro se ha mostrado muy favorable a los intereses de Washington. Aún más, Brasil, junto a Colombia, probablemente, sean la “punta de lanza” en el cerco diplomático -¿y militar?- contra la narco dictadura chavista – castrista imperante en Venezuela, que ya representa no sólo una tragedia colosal para la sufrida población venezolana, sino también un auténtico caso de peligro de seguridad regional y hemisférica.

 

Mientras tanto, la Casa Rosada, está jaqueada por una situación socio-económica acuciante, y una política exterior teñida por su consabida tibieza, sin atraer inversiones de magnitud y carente de proyectos de desarrollo de largo plazo, no logrando abrirse y comerciar con el mundo. Sólo Venezuela y Argentina, ostentarán el dudoso podio (2018 y 2019) de ser los países latinoamericanos cuyo PBI decrecerá (lo de Venezuela es un colapso ni siquiera visto en el III Reich tras la derrota en la II Guerra Mundial, y lo nuestro, una severa y mayúscula contracción económica), aumentarán sus niveles de pobreza, y registrarán índices de inflación escandalosos.

 

Si bien son indudables los logros en materia de recuperación energética e infraestructura en los últimos años, la Argentina navega sin rumbo de crisis en crisis. Por primera vez en la historia, Chile, ya registra un PBI per cápita superior al rioplatense. La Argentina, con una ingenuidad cercana a la necedad, continúa creyendo que es un país rico por la sola posesión de preciados recursos naturales. En realidad, somos decididamente pobres: indigencia superior al 32%, pobreza estructural cercana al 15%, más de 3 millones de habitantes viviendo en villas de emergencia que suman más de 3000 en el país, pérdida de la cultura del trabajo que ya atraviesa a más de tres generaciones, falta de capacitación en el recurso humano laboral promedio, los peores índices de calidad educativa en el continente, con deserción escolar secundaria superior al 50%, carga impositiva de nivel Noruega, con servicios estatales del tenor de Somalia. Horizonte de default de deuda soberana en ciernes.[4]

 

La clase dirigente –política, empresarial, gremial, social, formadores de opinión, etc.- tiene sobrada y acabada responsabilidad en nuestra sostenida decadencia desde la década del ’30, y desde nuestro épico derrumbe a partir del ’70; no obstante e indudablemente, la sociedad, el “cuerpo social”, “la gente” como dicen los politiqueros mediocres de turno, han sido copartícipes directos –por acción y/u omisión- en este increíble, trágico y ya casi eterno proceso de destrucción nacional. Mientras países vecinos ordenan su “casa” (en lo económico, social y cultural) o intentan hacerlo, nosotros persistimos en la estrepitosa caída. Quizás sea cierta esa ironía, ácida y misteriosa, que reza: se trata de una sociedad esquizofrénica condenada al fracaso.

GONZALO IRASTORZA[5]

       DNI: 24493548

 Lic. Cs. Pol. – Relac. Internacionales

[1] Vale recordar que TRUMP, arrasó en cantidad de votos, en todas las poblaciones de menos de 100.000 habitantes, donde se localiza el “americano promedio conservador”.

[2] Cfr. https://news.un.org/es/story/2018/12/1447231. Argentina ha adherido al Pacto Migratorio de la ONU, mientras que JAIR decidió retirar a Brasil de dicho Acuerdo.

[3] “Direitos Humanos: esterco da vagabundagem”, léase, “Derechos Humanos: estiércol de los vagos”. Uno de los lemas de campaña de Jair.

[4] Riesgo País –EMBI- superior a los 700 PB, rango que supera cualquier posibilidad de refinanciamiento de los vencimientos de la deuda pública argentina.

[5] gonzaloirastorza@yahoo.com.ar

Autor: Oscar Arnau