“Todo saldrá bien”: un cuento de Albert Espinosa (Por Natalia Paoli)

02-06-2023 Opinion

Hoy te propongo un cuento que me dejó pensando. Esta es una historia que transcurre en el año 2115 a muchos kilómetros de la tierra.

 

Se llama «Todo saldrá bien» y es de Albert Espinosa. Espero que la disfrutes y podamos compartir comentarios, en este espacio, que nos permitan crecer juntos. 

 

Era como un sueño, ahí estaba Miguel, con su nieta Nuria, dando por primera vez la vuelta a la tierra, sentados en aquella nave, mirando esa enorme bola azul, desde fuera.

 

Ahí estaban. El abuelo Miguel había soñado tantas veces con ese momento. Nuria, llevaba mucho tiempo triste y nadie sabía muy bien por qué.

 

Miguel pensó que ver el mundo desde el exterior, la ayudaría, pero no fué así. Nuria miraba la tierra, donde latían millones de corazones, pero no podía escuchar el sonido de su propio corazón.

 

En la cabeza de Miguel resonaron las palabras que tantas veces escuchó de su propia abuela: «Los niños», le decía la abuela: «miran mucho hacia afuera y poco hacia adentro. Los adultos miran mucho hacia adentro y poco hacia afuera. Si solo te fijas en los problemas te perderás la belleza del mundo que te rodea». Ella, la abuela de Miguel, le había recordado siempre que esa era la base de la felicidad, «solo los niños que sufren miran hacia adentro».

 

Y Miguel sabía que su nieta tenía una gran preocupación y aprovechó el silencio del espacio, para preguntarle qué era lo que le pasaba.

Y ella respondió: «Nada».

 

Miguel intuía que podía ser y decidió contarle su propia experiencia que a veces es el camino más corto hacia la verdad escondida.

 

– «Cariño», le dijo, «supongo que sabes todo lo que sucedió durante el COVID»

– «Si abu lo estudiamos cada año en la escuela, siempre nos preguntan eso en los exámenes».

– «A Veces no todo está en los libros, niña», le dijo el abuelo. «Yo tenía tu edad cuando pasó. En el colegio se reían de mí. Mi boca era muy grande y me llamaban buzón. Me imitaban, me tiraban papeles arrugados para encestarlos en mi boca. Yo no sabia a quien contárselo, me daba miedo, me avergonzaba y me sentía muy solo, muy solo».

 

A la noche inventaba formas distintas para no ir al colegio y quedarme en casa con mi perro, Jano y mi familia, ellos eran todo mi mundo.

 

Nuria lo miró a los ojos y su abuelo sintió que la había atrapado con su alma, ella era muy pequeña para su edad, su pequeño cuerpecito y sus dos coletas se habían girado hacia él. Hacía mucho que no la sentía tan cerca.

 

– «Y qué pasó abuelo? »

– «Pues paso el COVID. De pronto dijeron que no se podía ir más al colegio, todo el mundo estaba asustado. Pero yo, yo era el niño mas feliz del planeta, no tenía que volver a ver a los chicos que se reían de mí, ellos eran mi pandemia personal. Nos confinaron a todos en casa, pero yo podía salir con Jano a pasear, y pasó algo increíble, nos obligaron a ponernos mascarillas a todas horas, nadie vería mi boca de buzón».

 

La niña miró la boca de su abuelo, el tiempo la había hecho más grande, pero a ella le pareció que tenía la sonrisa más bella del mundo.

– » Me encanta tu sonrisa abuelo, es enorme y me haces muy felíz cuando te ríes».

 

Lo dijo con tal dulzura que Miguel estuvo a punto de dejar caer una lágrima, el abuelo a punto de llorar, pensó que ojalá la hubiera conocido cuando era pequeño y le hubiera dicho esas maravillosas palabras cuando tenía tanto miedo. Y decidió seguir con su historia:

 

– «Aquella pandemia fue curativa para mí, era mi refugio, mi abuela me dijo que teníamos que aprovechar los momentos en los que la vida se detiene para mejorarnos y mejorar el mundo. Durante ese parate me di cuenta que me iba haciendo cada vez más valiente. Aprendí que nada era tan grave y me enfrenté a otros problemas que me dieron la valentía para luchar. Cuando le conté a mis padres que me avergonzaba de mi boca me enseñaron a amar mis diferencias. Aquella boca que me hacía único, me di cuenta de que podía reír de una forma tan amplia y tan fuerte que era contagiosa, cuando lo hacía , la gente a la que quería, acababa riendo junto a mi».

 

Dentro de cualquier pequeño cobarde, hay un gran valiente. El cariño y los consejos de su familia, hicieron que Miguel perdiera el miedo de ir a la escuela.

 

Cuando regresó al colegió desarmó con humor y coraje a quienes se reían de él. Ya no tenía miedo.

 

Nuria sonrió tímidamente a su abuelo y él sintió que ella iba a dar el primer paso para contarle su pequeño secreto. Aquello que la tenía tan preocupada y que hacía que mirase tanto hacia adentro.

 

– «Abuelo»; le dijo: «Yo soy muy bajito para mi edad y en el cole me llaman Tapón. No se que decir» le dijo Nuria.

 

Dos lágrimas cayeron por los ojos de la niña y Miguel, el abuelo, acarició a su nieta y decidió continuar con su historia.

 

– «Sabes Nuria: Te llamás como mi abuela, tu tatarabuela, también era bajita pero fue la persona más luchadora, la mujer con mejor humor y más buena que he conocido. Ella siempre se enfrentó a todos sus problemas y estuvo a la altura de cualquier miedo. La grandeza no está en el tamaño. El coronavirus la atrapó y la llevaron al hospital. Aquel día lloré mucho y descubrí que había problemas más grandes que mi boca. Ella estaba sola en su habitación, sola, junté todas las mascarillas del cajón y construí con ellas la cometa más grande que pude. Y corrí al hospital y lancé la cometa al cielo, echó a volar  y subió a toda velocidad, desee con todas mis fuerzas que ella pudiera verla desde su ventana, y sabes Nuria, sabes… la vió y se curó.

Durante muchos años me dijo que se había recuperado gracias a la fuerza que encontró en aquella cometa»

.

La pequeña sonrió y abrazó a su abuelo, mientras sentía la fuerza de su tatarabuela dentro de ella.

 

Miguel pudo sentir también como los miedos de su nieta se diluían.

 

Nuria le dio a su abuelo un beso en la mejilla y le preguntó lo que cualquier niño preguntaría:

– «Dónde está esa comenta abuelo».

-«Se fué volando tan alto, tan alto que se perdió por el cielo».

 

Ella empezó a mirar por la ventanilla de la nave y, a la altura del continente africano, la vieron pasar.

 

Aquella hermosa cometa hecha de mascarillas, con la figura de la superabuela pintada y con una sonrisa de buzón y una pequeña frase que decía: «Todo saldrá bien».

 

 

 

 ¿Que te pareció el cuento? Yo te dejo breves reflexiones, ideas que podemos seguir charlando: 

 

– ¿Cuántas veces nos centramos en lo que está mal? 

– La negatividad está lista para arruinar momentos mágicos. 

– La vida es bella, está a nuestro favor y nos invita a disfrutarla. 

– Recordá que una opinión ajena no te define, a menos que vos lo permitas.

– Tus diferencias te hacen único.  Si contemplamos de cerca la vida a veces no tiene sentido, hay que alejarse un poco y contemplarla desde lejos con una gran sonrisa. 

Vos: ¿qué pensas? 

Te leo y contesto. 

 

Nati.

CREDITO: NATALIA PAOLI

 

Autor: Oscar Arnau