Sicarios en casa por Daniel Enz

11-01-2017 Opinion

¿Cuántos hombres de la clase política se pusieron a pensar, en las últimas horas, de la gravedad del accionar de sicarios pagos para matar en pleno centro de la ciudad, a la luz del día, tal como sucedió ayer en Concepción del Uruguay? ¿Tomaron conciencia de la gravedad de ello por algunos instantes? ¿Se dan cuenta que esto quiere decir que las organizaciones mafiosas vinculadas al narcotráfico ya están instaladas en nuestra región y están dispuestas a concretar ejecuciones de este tipo, tal como sucede en capitales de Colombia o México?.
Por estas horas, no hubo una sola voz que dijera algo al respecto públicamente. El intendente José Eduardo Lauritto no ocultaba su preocupación ayer y de alguna manera se lo manifestó a autoridades provinciales y de la justicia. Prefirió manejarse de modo cauto y en silencio. Tal vez, por conocer el paño. Laurito fue durante muchos años defensor oficial del Juzgado Federal de Concepción del Uruguay e incluso juez federal subrogante. Sabe cómo se mueven las bandas; sabe de las reacciones mafiosas; de estructuras, dineros y accionar delictivo, porque los investigó más de una vez. Pero claro, es solamente el intendente de la ciudad del hecho (o de los hechos, porque hace un mes pasó un caso similar) y un hombre más del oficialismo, más allá de su prestigio y credibilidad.

Ahora las cosas están en otras esferas, donde, lamentablemente, no se ven movimientos ni opiniones. ¿Alguien le puede avisar al inexistente ministro de Gobierno, Mauro Urribarri, que dos sicarios asesinaron a una persona a plena luz del día y a escasas cuadras de la plaza principal de Concepción del Uruguay? Quizás haya quienes digan que el asesinado podía tener vinculaciones con sectores del hampa lugareño pero cada cosa en su lugar y siempre justicia mediante.

Lo que pasó es un claro llamado de atención a autoridades provinciales, a la conducción policial y a las fuerzas nacionales; a legisladores y a los hombres y mujeres de la justicia federal. Los grupos colombianos se instalaron en la costa del Uruguay y siguen avanzando. Con negocios del narcotráfico, préstamos extorsivos y ahora también con ejecuciones callejeras. Si alguna autoridad no lo entiende que empiece a pensar en dejar ese cargo que ostenta y que lo ocupe alguien más capaz y con decisión. El tema es que algunos pareciera que no se enteraron de los cargos en que están. O bien les queda demasiado grande el escritorio y el saco.

Autor: Oscar Arnau