Una de las grandes trampas conceptuales en las que hemos caído frente a todos los gobiernos, es asumir que «el campo» se reduce a la soja y a la ganadería. Según parece, favorecer ambos sectores, a cualquier precio, ya sirve para vender a todo el pueblo que es un gobierno «amigo» del campo.
Las economías regionales que tan mal la están pasando, también son «el campo». Hasta el momento, la única señal del gobierno nacional para nuestra principal fuente de trabajo, la citricultura, fue venir a inaugurar una fábrica que ya estaba hecha del gobierno anterior y permitir el ingreso de naranjas importadas para competir en un mercado interno que el propio gobierno se encargó de afectar fuertemente en su poder de compra.
Hasta hoy, ya terminando el primer año de gobierno, la promesa de mejora de las economías regionales fue una mentira, como fue mentira la promesa de pobreza cero, como fue mentira la promesa de eliminar el impuesto a las ganancias. El anuncio para el campo fue de nuevo ir sacando retenciones a la soja gradualmente. Cabe preguntarse ¿Qué beneficio tiene eso para las economías regionales de nuestra provincia y de las cuales dependen miles de puestos de trabajo? ¿Por qué en lugar de sacar retenciones a la soja, no se invierte ese dinero en un fondo para favorecer aquellos sectores del campo que siguen postergados, pese a romperse el alma año tras año? Asimismo, si el gobierno sigue transfiriendo riqueza a los sectores concentrados que sacan la plata del país, empobreciendo a los sectores que antes consumían y compraban los productos de las economías regionales, cabe preguntarse ¿Quién va a comprar citrus, arroz o pollo que se produce en Entre Ríos? ¿Cómo se sostiene el empleo genuino, privado?
Será difícil llegar a pobreza cero si el gobierno concentra la riqueza en aquellos sectores del campo que dan menos trabajo, y cuyas ganancias terminan en la Bahamas o Panamá, en lugar de en inversiones que generen empleo o en el consumo de bienes y servicios en nuestra región.
(*) Presidente Bloque Concejales (FpV) Chajarí
