Néstor: El tiempo de la política Por Nicolás Mechetti

27-10-2020 Opinion

– Previa a la necesidad de la guerra -dijo Megafón-, yo necesitaba saber si nuestro pueblo “merece una guerra”.

– ¿Cómo si la merece?

– La guerra -me advirtió él- no es un deporte más o menos violento ni un sudor ácido en las axilas. Entrar en una guerra es entrar en la Historia.

– ¿Y nosotros la merecemos?

– Nuestro pueblo merece una guerra.

– Pensé que, si mi guerra era necesaria y merecida, faltaba demostrar que también era posible.

– ¿Y su guerra es posible?

– Vea -me respondió- yo vengo de tan “bajo” y salí a la superficie a través de tantas capas duras como el cemento, que hoy, sólo al recordarlo, me duelen todos los huesos del alma. Atravesé todos los infiernos de la Patria y rocé todos sus paraísos. Y en todos ellos, con ellos o contra ellos, oí resonar los tambores de la guerra posible.

Leopoldo Marechal, Megafón, o la guerra (1970)

No debe haber guerra más justa (en términos éticos y políticos), que la que debemos librar en la trágica realidad que vive nuestra Patria. Nuestra Nación tiene a más de la mitad de sus hijas e hijos postrados en la pobreza, la exclusión y las penurias cotidianas de no saber cómo yugarla para que alcance. Solo que alcance para permanecer. Día tras día. Ya no sin la certeza de qué pasara dentro de cuatro años, sino mañana. Una realidad que hiere de muerte el futuro todo, incluido el devenir inmediato del gobierno nacional.

Néstor Kirchner fue electo presidente el 27 de abril del 2003. La Argentina había implosionado, una vez más, producto de una crisis política, económica y social, que mostraba nuevamente los fracasos de su joven democracia. Se conjugaron factores determinantes que sacudieron los cimientos mismos del sistema: una gran crisis de representación (en la mayoría de los ordenes sociales), una aguda crisis económica y el colapso de un conjunto de valores culturales propios de la globalización neoliberal y del discurso único. Miami se alejaba del horizonte y afloraban las consecuencias de 20 años de neoliberalismo demoliberal.

Un nuevo capítulo de nuestra historia comenzaba a transitarse aquel 25 de mayo del 2003. Un joven gobernador del sur fue elegido presidente de todos y todas con apenas el 22% de los votos y con un país roto en pedazos. Los sueños de sus compatriotas hechos añicos. Un tiempo de lágrimas y suspiros. De silencios prolongados. En la Argentina de aquellos años, solo podían elegir cómo vivir el 25% de sus habitantes. La inmensa mayoría apenas podía sobrevivir. Y muchos, ni siquiera eso. Aquel varón argentino, abogado de profesión y político de oficio, comenzó juntando esos pedazos. Sacudiendo la resignación. Enseñándonos que todos y todas éramos necesarios. Trayendo nuevamente una alternativa a nuestro país. Un desafío histórico, trascendental. Aquel compatriota propuso una salida: el tiempo de la política.

Rápidamente encabezó un ciclo de recuperación económica y crecimiento. Todos, pero absolutamente todos los indicadores sociales fueron reflejando ese compromiso. Aquel que no iba a dejar sus convicciones en la puerta de la casa Rosada. Aquel con las trabajadoras y trabajadores, los jubilados, los postergados. Con los llamados “sectores medios”, que jamás habían tocado fondo de esa manera en la Argentina contemporánea. Néstor enfrentó a los poderes reales, los que nadie vota ni legitima cada cuatro años. Y lo hizo con mucho coraje y determinación. Una síntesis de esto puede observarse claramente en la IV cumbre de las Américas del año 2005, realizada en la ciudad de Mar del Plata. Este hecho es una firme demostración del nuevo capitulo que comenzaba a transitar nuestro país y la región. Néstor puso en el centro del debate la necesidad de recuperar la autonomía de los gobiernos en la planificación económica y la soberanía de sus Estados para llevar adelante la política internacional y comercial. Propuso junto a Chávez, Lula, Tabaré Vázquez y otros, una alianza estratégica con gobiernos populares de la región que fueron surgiendo en los primeros años del nuevo milenio. De esta forma se dejaron atrás más de 15 años de “relaciones carnales” con los EE.UU en al marco del consenso de Washington.

A fines del 2005, Néstor toma otra decisión en línea con lo planteado en la cumbre de las Américas y anuncia la cancelación de la deuda externa con el FMI: «Y terminado el año, dijimos que queremos volver a ser independientes y manejar nosotros los resortes de nuestro país. Y por eso, hace pocas horas atrás, decidimos terminar con esa deuda de 50 años, y le dijimos al Fondo Monetario Internacional basta la deuda externa, la Argentina paga, la Argentina se libera, la Argentina construye su destino, la Argentina comienza a construir su independencia (…) Había algunos que les convenía que el fondo viva apretando permanentemente a la Argentina, se terminó. Tenemos decisión soberana, somos los argentinos los que construimos nuestro destino».

A la par de la recuperación económica, la generación de millones de puestos de trabajo, las paritarias libres, la recuperación del poder adquisitivo real de los salarios; la recuperación de los servicios públicos de calidad, el superávit fiscal y comercial; la reconquista de derechos que durante dos décadas de neoliberalismo fueron cercenados; la reducción drástica de la pobreza y la indigencia y la movilidad social ascendente, Néstor nos propulso recuperar la política como herramienta de transformación. Volver a creer que el conjunto del pueblo y sus organizaciones son el único artífice de su destino, eso también nos lo enseño Néstor.

En esa Argentina desesperanzada, rota por voluntad de los poderosos, pero indómita a la hora de someterse al destino de miseria a la cual querían condenarla, Néstor redoblo los esfuerzos y caminó proponiendo que la juventud no se vaya del país, que se quedaran porque venía una Argentina distinta. Interpeló a los científicos para que volvieran a su tierra, exiliados por años de desidia y falta de inversión en ciencia y tecnología. Abrazó a los trabajadores y trabajadoras, devolviéndoles las paritarias libres. Cobijó a los más necesitados, convocando a las organizaciones sociales a ser parte de la reconstrucción de la Patria. Nos hizo volver a creer que la política es un noble oficio y la representación es más que una delegación de facultades para gobernar. Que la democracia sin participación y organización popular intensa y permanente, es una cascara vacía que cada dos años nos obliga a sufragar por nuestros representantes. Nos convocó a construir una Argentina con Memoria, Verdad y Justicia, donde los crímenes contra la humanidad llevados adelante por la más sangrienta de las dictaduras no quedaran impunes; donde los derechos humanos se constituyeran efectivamente en una política de Estado. Donde podamos recuperar la identidad de cientos de bebés nacidos en cautiverio y robados como botín de guerra a sus madres. Donde la memoria se convierta en conciencia viva de lo que nos pasó, para que nunca más vuelva a pasar. Y la verdad alumbre a quienes durante muchos años estuvieron agazapados, escondidos, blindados mediáticamente, pero que fueron los verdaderos ideólogos del exterminio de una generación que demostró una voluntad inquebrantable de transformación: esos grupos económicos de la oligarquía argentina que tienen nombre y apellido.

Nos convocó a poner la Argentina de pie, y nos invitó a hacerlo desde la política. Desde la militancia y la solidaridad. Desde el esfuerzo común. Desde el encuentro con los demás. Ese fue, es y será Néstor Kirchner.

Como pocos, supo reconocer que el cachetazo sufrido en las elecciones de medio termino de aquel 2009, solo se revertiría con más política, con más distribución progresiva del ingreso, con más derechos. Apelando a la organización popular, dejando de lado las efímeras discusiones de la comunicación y el marketing, convocando a caminar y militar incansablemente la Argentina para acompañar a Cristina y profundizar el rumbo. Así se gestó el avance más importante desde el 2003 en materia económica y distributiva, que explica en gran medida los resultados electorales del 2011, cuando la presidenta consiguió la reelección con el 54,11% de los votos, con una diferencia de más de 37% con el segundo.

Néstor se nos fue físicamente un 27 de octubre de 2010. Inesperado, inexplicable, incomprensible para millones de compatriotas. Para la inmensa mayoría de los argentinos y argentinas. Un dolor inconmensurable atravesaba al conjunto del pueblo de la Nación. Solo comparable (si es que se me permite) con la pérdida del General Perón. Como los grandes hombres que transcienden a su tiempo, Néstor rápidamente se hizo carne en esa juventud que lo lloró por primera vez. Que lo abrazó por primera vez. Que lo conoció por primera vez. Esa juventud que juró recoger su nombre y llevarlo como bandera a la victoria, junto a los millones de compatriotas.

Nuestro presente nos demanda que pensemos en Néstor. La acuciante y delicada situación socioeconómica, que tiene en terapia intensiva el cuerpo social del país, necesita de Néstor. Néstor está aquí. Vive en la memoria colectiva de su pueblo. En el corazón de los humildes de la Patria. El mejor homenaje que podemos hacerle es retomar su legado de lucha y entrega. Néstor camina con nosotros y nos acompaña en esta guerra necesaria, merecida y posible.

Crédito: Infonativa.com

Autor: Oscar Arnau