Maradona….por Marcelo Carranza

11-07-2017 Opinion

Juzgar a Diego Maradona desde la comodidad de la clase media (aún pauperizada) es injusto, si no cruel. Juzgar, en general, lo es.
Hacerlo desde el lugar de quienes hemos sido bien alimentados cuando niños, educados, abrigados y con acceso a casi todo lo que merece una persona, está fuera de lugar.
Hay que hacer el ejercicio de “salir de nuestro yo” y tratar de “entrar” en Diego.

La mayoría de esta gente (instruida, toda) que cae en la tentación de condenar a Maradona, no tiene la menor idea de dónde está ni cómo es Villa Fiorito. No ha andado ni cerca de los cinturones de máxima pobreza del Gran Buenos Aires, donde la necesidad duele. Sólo ellos, ignorantes de esa realidad, pueden animarse a simplificar: “con la plata que ganó, eligió siempre mal”.

Más allá de que tanto Diego como cualquiera elige lo que se le canta, con lo que podría dar por terminada esta opinión, caben algunas consideraciones.

Maradona fue un chico que nació y creció en la marginalidad de la miseria en la que todos tenemos alguna responsabilidad. Jamás eligió nada. Cuando fue pobre el asunto era sobrevivir, apenas. Cuando fue rico lo eligieron, siempre.
Las compañías, los clubes, los empresarios, los representantes, los intermediarios, las mujeres y los hombres. Hasta los que lo hicieron adicto a la cocaína lo eligieron, porque tenía plata para pagar de “la buena” (“¿Por qué aceptó cuando se la ofrecieron?” preguntó, capcioso, alguien que todavía no entendió que un adicto es un enfermo, no un delincuente. Porque quiso, ¿y qué hay? No todos los que prueban se hacen adictos.)

El dinero y la fama llegaron salvajemente a su vida. No podía entender qué le pasaba. No lo entendió. Lógicamente. Le ha pasado a encumbrados que, enseguida, cambiaron de mujer, de auto y de lugar de veraneo.
De manera que pretender que se haya comportado “como uno”, ordenadito y sano es de locos. Y juzgarlo por esto es canallesco, de burro, de arrogante.

Increíblemente, he escuchado comparar sus conductas con las de Federer, Messi, Ronaldo, y preguntar por qué no es como ellos.
Estos muchachos, unos caballeritos, son de Berna, Barcelona y Lisboa. Diego es de Villa Fiorito. ¿Hay que explicar esto?
También se erigen en jueces de su “moralidad”. ¿Con qué derecho? ¿A quién le importa cuántos hijos y de cuántas madres ha tenido Diego Maradona, o si los ha reconocido o no?

Muchos de estos jueces de pacotilla, van a misa cada domingo, puntualmente. ¿Juzgan con igual dureza a los curas comprobadamente pedófilos que nos rodean? No lo hacen. Y les cuesta reconocer lo obvio. “Es la prensa empecinada en desprestigiar a la Iglesia”, dicen, hipócritas.

Así son las cosas y así somos en la clase media. Envidiosos, maliciosos, maledicentes… Pero con el crucifijo en la mano.

Autor: Marcelo Carranza

Autor: Oscar Arnau