La obligación de la piedad por Marcelo Carranza

04-06-2017 Opinion

A vos te pasa, cada vez más frecuentemente, que se te acaba la plata antes de final del mes. Entonces pedís a mami, a un amigo o a un banco que te tiren un lazo, para llegar. Como al mes siguiente te vuelve a pasar, intentas repetir la manga para el salvataje. Pero mami está peor que vos y este mes no puede (antes te ayudó sólo porque sos su hijo y a costa de su propio sacrificio). Cambias de amigo, pero todos están más o menos igual. El banco te cobra intereses que tenés que pagar antes de que te preste de nuevo. En fin, la cosa se complica cada vez más y no sabés (sí sabés) hasta cuando llegás.

 

Al Estado Argentino (a quien lo conduce hoy) parecería que le pasa lo mismo, en escala mucho más grande, claro. Imaginate que en un año y medio ya pidió casi 100 mil millones de dólares prestados sólo para que la máquina no se pare. Porque obras en serio no se ven (la única importante proyectada debe financiarla el propio constructor, aunque no arranca…) 100 mil millones para pagar funcionamiento, sueldos, servicios de las mismas deudas. 100 mil millones que deberemos pagar nosotros, cosa será motivo de otra nota.

 

Parecería, decía, pero no es así.

A vos te pagan (poco, por eso no te alcanza) pero te pagan, si es que todavía conservás tu empleo.

 

El Estado podría cobrar pero prefiere pedir y pagar intereses.  Podría volver a cobrarle al campo y a las mineras, por ejemplo, que en un acto de irresponsabilidad sin antecedentes dejó de hacer. Sería mucho dinero genuino que entraría a las arcas.

Podría volver a subsidiar (dejar de demonizar de una vez esta palabra que no es mala en sí misma) las descomunales tarifas recientemente impuestas. Así la gente tendría más plata para gastar en otras cosas que tributarían, a su vez, otros impuestos, IVA sobre todo, que es efectivo mensual directo.

Los ejemplos son tantos como los de las cosas que dejaron de hacerse des el 10 de diciembre de 1915.

Y no contemos con todo lo que, necesariamente, subsigue: demanda, trabajo, consumo, más demanda, más trabajo, más consumo, más recaudación…

 

Paro acá. No porque no pueda seguir. Sino porque cuando uno viene golpeado está dispuesto a arreglarse con lo suficiente, apenas. No aspira a excedentes que vayan mejorando las condiciones generales de vida. Y más o menos con esto que se menciona nos alcanza, por ahora. Luego, con el barco estabilizado, se verá.

 

Hagamos este pequeño trato que, aunque desventajoso para el pueblo todavía, nos permitiría vivir con la dignidad mínima que una persona merece.

 

Estén tranquilos. Ya nadie duda de que sean los vencedores de esta lucha tan despareja. Pero hasta ustedes deben comportarse piadosamente con sus derrotados. Está escrito. Y no por mí.

 

Autor: Oscar Arnau