La Corrupción en el ojo ajeno Por Marcelo Carranza

27-09-2017 Opinion

Si alguien no fue corrupto, alguna vez, que levante la mano.
Pero ¡ojo!, que corrupto no es sólo el que tira bolsos de dinero por sobre las paredes de los conventos ni el funcionario que recibe comisiones por las compras para el Estado. Es igual de corrupto y deshonesto el que se queda callado “y embolsa” cuando la cajera del súper se equivoca y le da de más en el vuelto.
El que roba autos y el que afana caramelos. El comerciante que quiere pasarle al cliente los gastos que a él le corresponden por poder usar VISA y, gracias a eso, vender.
 
El que trata de sacar una ventaja en perjuicio del otro es un corrupto. ¿Menos que Macri?, ¿Más que De Vido? No lo sé… Esto parece ser una cuestión de oportunidades ¿no? Da la sensación de que se es todo lo corrupto que se puede.
 
Se demoniza a los otros. Sin pruebas, casi siempre. Se es piadoso consigo. Es más, no molestan las trampas propias: si hasta se cuentan en rueda de amigos o en familia como “pioladas” graciosas.
 
Hay que decir que un presidente que asume procesado y con condenas efectivas por contrabando sobre su espalda, parece habilitar a cualquier cosa a todos. Es más, casi no molesta a muchos que crucifican sin pruebas el posible enriquecimiento ilícito de sus antecesores.
 
La dirigente social que lleva meses presa (ahora en su “casa”), cuando debería esperar el juicio en el que tratarán de demostrar que es culpable en libertad, es una víctima de la corrupción por abuso de poder de quien dispone.
 
 “La paja en el ojo ajeno…” es un refrán de un poder de síntesis notable. Si lo hacemos nosotros o nuestros queridos, no está tan mal, sea lo que sea. “No es p´a tanto”.
Ahora, si son ellos, la duda, maliciosa, siempre está presente.
 
¿Por qué no paramos de hablar mal del otro? ¿Por qué no nos alegramos si el vecino cambia el auto sin preguntarnos de dónde sacó la plata para comprarlo? ¡Seguro que fue laburando! Y si alguien sabe “posta” que robó, que dé la cara y lo denuncie, que no se quede “contando la primicia”.  Que ponga lo que hay que poner y lo mande al frente. Porque si sabe y calla, él es el corrupto.
 
Estoy harto de la maledicencia. Cansado de los que, gratis, acusan sin saber nada. O deseando saber, que es peor.                                                              
Podrido de los que no entienden el principio constitucional de inocencia: “todos somos inocentes hasta que se demuestra lo contrario”, no al revés.
Por Marcelo Carranza
Autor: Oscar Arnau