Isidro Velázquez: el último sapukay Por Héctor Cavallaro

11-11-2020 Opinion

En la negra historia de las “Forestales” o sea de los obrajes, entre todas las historias que han quedado, está la de este hombre que perdura en la letra y ritmo de un popular tema musical. Isidro Velázquez, inmortalizado por la letra de Oscar Valles.
En esta reseña veremos cómo fue la historia de este personaje de la historia de los obrajes Chaqueños. LA “Historia Oficial” lo presenta como un delincuente, un asaltante común, claro no es muy creíble pues en el mundo y en estas tierras, los “luchadores populares”, en contra de los excesos de los “poderosos”, siempre terminaban tildados de “bandidos”. Esta es la “Historia Oficial”:
Isidro Velázquez fue un asaltante y secuestrador. Durante 6 años en la década de 1960 cometió una serie de delitos junto con su hermano Claudio hasta ser abatido por la policía y se convirtió en un mito que perdura hasta la actualidad.
Algunos intelectuales populistas y de izquierda divulgaron y otorgaron entidad mítica a Isidro Velázquez, incorporando a menudo una porción de fantasías y distorsiones, y sacrificaron aspectos importantes de la verdad histórica en pro de su propósito ideológico. Sin duda que Velázquez no fue un delincuente del montón, porque ellos no suelen despertar este tipo de veneraciones, pero el historiador no debe dar por ciertos los aspectos más dudosos de la leyenda ni a utilizar una investigación histórica como vehículo de difusión ideológica. Así, por ejemplo, no hay prueba de que haya repartido dinero entre los pobres, más allá de los lógicos pagos por la protección que le brindaban prestaban, voluntariamente o porque no tenían otra alternativa.1Si bien sus panegiristas afirman que las cinco muertes que le reconocen fueron en defensa propia o en enfrentamientos leales con la policía, cabe preguntarse si las ocurridas en el tiroteo en el que también murió su hermano Claudio, fue un acto de justicia o una balacera entre pendencieros alcoholizados o interrogarse acerca de qué justificación pueden encontrar al asesinato de un intendente y un propietario rural secuestrado. Posiblemente el punto más alto de la manipulación ideológica, lo alcancen aquellos intelectuales que intentaron presentar a Isidro Velázquez y Vicente Gauna como bandoleros que estuvieron a punto de integrarse a las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) gracias a sus presuntos contactos con Carlos Caride.
Seguramente, por la misma época hubo otros de trayectoria similar a la de Velázquez que no llegaron a crear una leyenda, por lo cual sería interesante estudiar por qué a su alrededor nació este mito y qué necesidades ocultas o manifiestas estuvieron presentes en las clases populares para mantener hacia este hombre una empecinada lealtad.
Queda claro el relato de la parte “Oficial” de esta historia, sobre todo cuando dice que la historia fue presentada por algunos “intelectuales y populistas de Izquierda”.
Velázquez nació el 15 de mayo de 1928 en Mburucuyá, Corrientes, fue uno de los 22 hijos del matrimonio entre Feliciano y Tomasa Ortiz, desde niño hizo del monte su refugio, hasta dicen que solía dormir en las copas de los árboles. En 1949 la familia se mudó a Lapachito, una pequeña localidad cerca de Resistencia. Allí su padre trabajó en una estancia junto con Claudio.
Para 1961, Velázquez había formado su familia en Colonia Elisa, Chaco, donde trabajaba como peón rural. Allí era considerado como «el mejor baqueano, rastreador de los esteros y montes» y su prontuario ya registraba tres causas abiertas por robos y hurtos, y otra por evasión. Aún hoy hay detalles de su vida que hablan del alejamiento de su familia por una pelea y la posterior vida delictiva, y otros juran que simplemente fue hostigado por las autoridades. Pese a esas incertidumbres, la historia cuenta que se fugó con su hermano menor, Claudio, y que juntos iniciaron la vida de cuatreros.
No está muy clara la historia pero yo pienso que este hombre no quiso someterse a ser empleado rural, o de los obrajes donde prácticamente eran “esclavos”, y opto por ser “Libre” y no responder a la autoridad, teniendo que robarle a los ricos para poder vivir él y ayudar a su gente, una vieja y conocida práctica en el mundo, lo hacía ya Robín Hood en Inglaterra.
Esto lo llevo que sea un perseguido de la justicia, hasta que el 1 de diciembre de 1967 una pareja, una maestra y un cartero con los que Velázquez y Gauna habían hecho amistad y confiaban en ellos, traicionaron a los hombres, esta es la historia de su final.
Una maestra y un cartero con quienes los cuatreros habían estrechados lazos los que, rendidos a las presiones policiales al dinero de la recompensa, quienes que tramaron al emboscada final. Al anochecer del 1 de diciembre de 1967, la pareja había acordado llevarlos desde Quitilipi hasta Machagai. Velázquez llevaba, como siempre sus armas y un cinturón con balas. Kilómetros después de iniciado el viaje, la maestra detuvo el auto simulando un desperfecto y junto al cartero dejaron el vehículo. Fue la señal para que unos 30 efectivos descargaran más de quinientos balazos. Gauna murió por los disparos pero alcanzó a herir en una pierna a uno de sus traidores. Isidro hirió a un policía abriéndose paso a los tiros en total oscuridad, pero no pudo ir más allá de unos 300 metros. La herida en una pierna y hombro lo tumbaron. Fue el momento en que un cerco policial lo abatió a balazos.
La muerte de Velázquez trajo consigo una vertiente de rumores sobre lo que el hombre había hecho en vida para lograr el amparo de los pobladores más humildes: secuestraba a los hombres más acaudalados del poblado y repartía parte de la recompensa, con gran generosidad, entre los pobladores; cosa que se interpretaba como «una suerte de redistribución violenta de la riqueza». Era considerado el Robin Hood argentino, «El Vengador», como lo apodaron los vecinos.
Luego de que Isidro fuera asesinado contra un árbol, las autoridades ordenaron talarlo. Sin demora, los pobladores se llevaron pedazos de los troncos y lo utilizaron como una suerte de amuleto. Hasta estos días, en ese lugar aparecen flores y otras ofrendas.

Entre la cantidad de tributos que se realizó, Velázquez fue homenajeado con canciones populares como el chamamé «El ultimo sapukay», en referencia a los gritos que lanzaba Velázquez después de cada robo.
Camino de Pampa Bandera
lo esperan en una emboscada
y en una descarga certera
ruge en la noche la metrallada.
Isidro Velázquez ha muerto
enancao en un sapucay
pidiéndole rescate al viento
que lo vino a delatar,
pidiéndole rescate al viento
que lo vino a delatar.

Autor: Oscar Arnau