HAY UN FINAL PARA LA MENTIRA Por Marcelo Carranza.

29-06-2018 Opinion

En casi todas las cosas uno mismo marca los límites de hasta donde pretende llegar en sus acciones. Digo, en condiciones generales normales, como en democracia. En dictaduras, por ejemplo, no sólo no se puede definir el alcance de las intenciones sino que, seguro, ni se podrá arrancar el recorrido.

Diferencias. Preciadas diferencias entre estados conocidos por los argentinos.

Extrañamente, en los últimos tiempos, nos confunde lo que vemos. Porque el gobierno elegido democráticamente en 2015 muestra peligrosas desviaciones que hacen que se parezca mucho a la tiranía que hemos padecido en la historia reciente.

No hace mucho empezó a llamarse a la dictadura de 1976 “cívico-militar”. No fue por nada. El ideólogo de aquello fue un civil, Alfredo Martínez de Hoz. Él y sus amigos oligarcas sostuvieron a las fuerzas armadas en el intento de exterminio. De ahí lo del agregado de “cívico”.

Siguiendo con esta fácil atadura de cabos, leyendo trayectorias y sus continuidades generacionales, uno concluye que lo que diferencia a ambos procesos es la falta de uniformes, aunque haya una ministra que se lo calza, a veces, como para que no olvidemos que no se vuelve del ridículo. No desaparecieron a 30000 personas, es cierto. Pero son responsables de muertes inocultables, prisiones políticas y abusos de poder como no se ha visto antes desde 1983.

Volviendo al principio, está visto que lo que no parece tener límites es la mentira que el presidente y sus ministros ejercitan a diario. Mienten. Lo hicieron siempre. Desde antes de ganar las elecciones, mintieron. Llegaron al poder por las mentiras  con las que engañaron a tantos. Lo hacen hoy, negando grabaciones en los que se los ve aseverando. “No dije eso”, dicen, impertérritos, cínicos, canallas, mientras se ven haciéndolo. ¡Si hasta tratan de convencernos de que la llegada del FMI es una especie de panacea!

No creo que nadie que piense que lo mejor sería que se fueran pueda ser acusado de golpista. El sistema democrático sabrá defenderse para seguir. ¿Cómo no suponer que la acción de cada día de estos irresponsables será ilevantable luego? ¿Está mal desear que renuncie el presidente? Yo diría que es defensa propia. Casi instinto de conservación.

Por Marcelo Carranza

Autor: Oscar Arnau