¡La puta madre! Fue la primera reacción cuando el what sapp me confirmaba que a la media mañana de este martes del 30 de marzo nos dejaba del mundo de los vivos el querido y siempre apreciado Eduardo Viana.
Pero en estas palabras que juro salen del alma, no quiero hablar del Eduardo músico, ni del Eduardo compositor, ni del Eduardo artista, porque todos esos Eduardos los voy a congregar en dos simples palabras pero muy contundentes, particularmente para los tiempos que vivimos ¡BUEN TIPO!
Yo personalmente le decía ¡Maestro! Pero no precisamente porque hacía hincapié en la pedagogía, herramienta esencial para los que enseñan, le reconocía a Eduardo en su palabra la innata capacidad de mirar, entenderte y siempre darte una palabra justa, sin altisonancias, pero justas, aunque suenen fuertes, pero equilibradas que terminaban interpelándote sobre la circunstancia en cuestión.
Recuerdo nuestra última charla en la vereda de la radio, mientras lo hacía perder algunos minutos de su caminata diaria, siempre igual, preocupado por la familia, siempre pensando en lo humano por sobre lo material, raro género que hoy no abunda en esta jungla humana en plena pandemia.
Hincha empedernido de Racing y aunque fuera una de sus últimas alegrías terrenales, pudo escuchar a su ídolo el “Mago” Capria enviarle un video saludándolo y augurándole “pronta mejoría”.
Eduardo siempre te voy a recordar así, no eras mi amigo, pero todas las veces que me vinculaba contigo sentía a un tipo que podía confiar, al igual que un amigo.
Hombre de códigos aunque vengan degollando, hombre de palabra aunque el compromiso duela.
Fuiste padre, amigo, hermano, esposo y ojalá por estas horas me muero por verte sonriendo junto a tu amigo Eduardo, vos en el piano y el leyendo sus prosas y poesías ¡mirá que dúo se armó en el cielo!
Hasta siempre Eduardo, gracias por las enseñanzas que dejaste en cada palabra y en cada mirada que compartimos…hasta siempre MAESTRO…!!!!!
