El hombre que cayó del espacio Por Santiago Leites

08-08-2024 Opinion

Existen en este mundo personas apasionadas por algunas cuestiones, de la más diversa índole, el futbol, la timba, las fiestas, las revoluciones, las carreras de caballos, escribir rimas groseras en las paredes, coleccionar boletos capicúas, pisar solo baldosas rojas vaya uno a saber con fines cabuleros, dejar puchos al costado de la ruta… o como es mi caso, la historia aeroespacial.
Y Ud estimado lector se preguntará con cierta lógica, ¿qué tiene que ver la historia del espacio con la vida?, y hacen bien en preguntarlo. Ya veremos si logro desarrollar algo con sentido.
Cuando alguien se apasiona por algo, y tomemos palabra Pasión con ese significado naif que se le da desde hace unos cuantos años, y no con el real que es la muerte violenta, uno busca encuadrar desde muchos ángulos sus gustos o preferencias por ciertas cosas, para darles un marco de referencia con sus actividades, quizá cotidianas.
Es una difícil tarea para aquellos que nos gusta leer sobre los astronautas, naves y misiones espaciales, bajar a tierra con estos conocimientos y por lo menos encontrarles cierto parangón con nuestra vida.
Vladimir Komarov, fue un padre de familia, ingeniero aeroespacial, piloto de pruebas y cosmonauta de la hoy extinta Unión Soviética, pionero de la era de los vuelos tripulados, el primero en realizar dos vuelos orbitales seguidos en distintas naves, fue pionero en muchas cosas y en una especialmente lamentable. Ponga Ud. en contexto, que la era espacial de la que hablo, se remonta la década del 60, en la que nada o casi nada de la tecnología digital que hoy tenemos, existía en esa época. De hecho, el más barato teléfono celular, tiene más potencia de cálculo que la rudimentaria computadora de navegación de la Soyus 1 de Komarov. Una época muy diferente a la actual, donde vemos lanzamientos casi diarios, gracias a las empresas privadas que se dedicaron a continuar la conquista del espacio con medios y recursos propios.
Para no irme del tema, y no caer un juicio de valor, le cuento que Don Komarov, tenía un muy buen amigo, y era, nada más y nada menos, que el gran y valiente Yuri Gagarin, primer ser humano en el espacio, con el cual no solo compartían rutinas de entrenamientos y vuelos acrobáticos, sino la más respetuosa camaradería y amor fraternal. Y esto sería demostrado con el acto más sublime que un ser humano puede realizar.
Leonid Brézhnev, un gris burócrata, Secretario General del partido comunista y líder de la Unión Soviética por aquellos años, y con ninguna idea sobre ingeniería aeroespacial, ideó para el aniversario de la revolución Socialista, un festejo cósmico, en el que 2 naves soviéticas orbitarían la tierra y se acoplarían entre sí, intercambiando tripulaciones y volviendo a la tierra justo para ese primero de mayo. Nadie se animó a decirle a Brézhnev, o quizá sí y no le importó, que la nave que necesitaban, la Soyuz 1, no estaría terminada a tiempo. La revisión de la misma y el informe realizado por 50 ingenieros, que encontraron 203 fallas catastróficas en la nave, dieron como resultado 50 nuevos inquilinos en algún Gulag de la estepa siberiana.
Creo que no hace falta que aclare, que nuestro héroe Komarov, fue seleccionado como comandante de la Soyuz 1 y su reemplazo no podía ser otro, para un evento de tamaña importancia, que el no menos célebre, Yuri Gagarin. Si de algo gustan abusar las dictaduras, es de la propaganda. Komarov, como buen ingeniero sabía que, si se subía a la nave para cumplir con los caprichos de un tirano, moriría, el simple cálculo matemático diferencia a un ingeniero de un dictador. También sabía, que, si se negaba a volar, el que seguía en la lista para ocupar su traje de vuelo era Gagarin, su mejor amigo, su hermano de armas y de la vida, su camarada. Y como buen hombre de honor no iba a permitir salvar su vida acosta de la ajena. Ad Astra Per Aspera.
Es fácil decir y hablar de la fraternidad en la vida, como una gran virtud, pero que difícil sería si nos encontráramos ante situaciones límites, el ponerla en práctica. ¿Qué haríamos como personas de bien?
Vayamos a cuestiones más terrenales, ya que difícilmente un déspota soviético obligue ninguno de nosotros a pilotear una nave espacial defectuosa.
¿Qué tan capaces somos de relegar nuestro tiempo en beneficio de una perosna que nos necesita? Y sabiendo que el tiempo es la única moneda que no tiene retorno, ¿cuánto estamos dispuesto a dar por el prójimo? ¿Qué hubiese hecho Yuri Gagarin?
La fraternidad, es nuestro más preciado bien, virtud sin la cual la vida social no existiría, una Virtud muscular, que, si no se ejercita a diario, se atrofia. Cuando por algunas cuestiones de la vida nos alejamos de nuestros seres queridos, podremos seguramente, enumerar un sinfín de motivos para retacear nuestro tiempo con ellos; trabajo, estudio, conducta reprobable, una novia celosa, o haber apostado todo al 37 negro y quedar en la lona. Pero seguramente, lo que pueda haber fallado, es el ejercicio de la fraternidad. Quizás todos podamos tener algo de culpa, pero la fraternidad bien entendida empieza por casa. Lo que no se practica, no se aprende y lo que no se usa, a diferencia de andar en bicicleta, se olvida.
Vladimir Komarov despegó el 23 de abril de 1967 en situación casi normal, luego echar a patadas a un Gagarin que insistía en tomar su lugar. Pero al llegar al límite de la atmosfera, los problemas comenzaron. Falló el navegador estelar, indispensable para poder orientar la nave, fallaron los paneles solares que debían energizar y recargar las baterías, fallaron las comunicaciones, falló todo lo que se sabía que iba a fallar, lo que no falló fue el temple de Vladimir, que relojeando por la ventanita y sacando pecho a lo ruso, orientó la nave para realizar el reingreso de emergencia. Fallaron los retrocohetes automáticos y 18 orbitas más tarde, gracias a su pericia como ingeniero logró hacerlos funcionar manualmente.
Al momento del reingreso, los paracaídas fallaron, Komarov sabía, que no había nada que hacer, ni nadie que lo salve, dejó un mensaje por radio a su esposa e hijos, insultos al partido comunista y su dirigencia y se estrelló a toda honra en la estepa rusa como un bólido meteórico de 2,8 toneladas.
Fue al primer hombre en morir por la carrera espacial, técnicamente murió el día que lo eligieron comandante de la Soyuz 1, él lo sabía, aguantó estoicamente su destino y puso su esfuerzo en salvar la vida de su mejor amigo, vertió su sangre por el sentimiento fraternal. Murió por amor al prójimo, un verdadero héroe de la humanidad.
Su muerte fue una secreta victoria. Nadie se asombre de que me dé envidia y pena, el destino de aquel hombre. (Gracias  J. L. Borges)
Como cierre de la historia, el camarada Coronel Vladimir Mijailovich Komarov, pidió antes se despegar que, en caso de fallecer en el reingreso, se hiciera un velorio a cajón abierto, así el pueblo podría ver las consecuencias de la idiotez humana y del fanatismo político, increíblemente le respetaron este último deseo, después de todo era un héroe. Su cuerpo, no más que unos restos carbonizados irreconocibles fundidos con metal de la Soyuz 1, fueron expuestos en su funeral. (foto de portada Funeral de Komarov)
Cuenta la leyenda, que meses después, en una reunión propagandística entre Brézhnev y los cosmonautas soviéticos, al pararse para la foto frente al comandante Yuri Gagarin, este sin mediar palabra, le metió un puñetazo en la cara, lleno de odio y bronca, y ante el estupor de los burócratas presentes, Brézhnev no reaccionó.
Quiero creer que fue cierto. Una piña bien puesta en nombre de toda la humanidad.
El Comandante Coronel Yuri Aleksevich Gagarin, moriría 3 meses después en un “accidente” de aviación al precipitarse a tierra su flamante caza MIG 15.
Quizá, estimado lector, pueda Uds. intuir que en este relato hay hechos que difícilmente puedan ser comprobables, y que forman parte del mito de la carrera espacial. Déjeme decirle que justamente eso es lo que pretenden los hombres mediocres, pretenden que no existan héroes, que no existan ni se ejerzan las virtudes humanas, que todos estemos igualados a la fuerza por una dictadura de pensamiento chato, enemiga del mérito, de los logros, del progreso y del honor. La mediocridad es una aplanadora del espíritu humano, es por eso que tantas veces escuchamos discursos atacando progreso y el mérito logrado con esfuerzo y dedicación. Entonces, quizá si buscamos información sobre esta historia, encontremos negadores de heroísmos, aplanadores del mérito y resentidos del honor, desmintiendo esto que yo le cuento, quedará en Ud. creerme o no, pero lo que sí debería creer, es que el ejercicio de la fraternidad y el sentido del honor, son virtudes necesarias para ser hombres libres y de buenas costumbres. Desaparecida o negada la fraternidad y el honor, aparecen el fanatismo en todas sus formas, el odio, el segregacionismo y la violencia que tantos males han traído a nuestra sociedad.
¡Por la fraternidad a toda prueba!  ¡Por los pioneros y por los Héroes!

 

POR SANTIAGO LEITES

Autor: Oscar Arnau