Dos Modelos (1° parte) por Horacio Rovelli (*)

08-12-2017 Opinion

En la Argentina actual hay solo dos modelos posibles, uno, el representado por el denostado “populismo”, que consiste en la defensa del consumo interno como acicate y estímulo de la inversión y la creación de puestos de trabajo, defensa del consumo incluso por encima de indicadores de productividad, esto es, no importa tanto cual es el costo, sino que se produzca en el país, que por otra parte en el estado de situación en que se encontraba la economía y la sociedad en el año 2003 (después del gobierno de los mercados desde 1976, con la sola excepción de la gestión del Dr. Bernardo Grisnpun en el inicio del gobierno de Raúl Alfonsín)  fue lo mejor que se pudo hacer.  Al basarse en el mercado interno se crece cuando se incrementa el consumo, el problema reside en que por cada punto que se aumenta el PIB industrial (para satisfacer el mayor consumo) las importaciones lo hacen en tres veces más. El camino consiste en sustituir las compras externas por producción local a como dé lugar. Del punto de vista del costo implica cierto incremento pero que está más que compensado con el aumento del trabajo y la producción nacional  y se puede administrar con políticas públicas que tengan claro ese fin.  Se conforma un modelo de crecimiento auto sostenido que implica una mejor distribución de ingresos por definición.  Cuanto mayor poder adquisitivo tenga la población, mejor funcionará el multiplicador de la inversión, siempre que existan planes que comprendan una inteligente política cambiaria y comercial con tipo de cambio competitivo, y defensa arancelaria y para arancelaria del mercado interno.  Ese modelo fue el que se buscó destruir con el golpe militar de 1976, que no pudo revertir el primer año de gestión de la vuelta de la democracia cuando Bernardo Grinspun era el ministro de economía de Alfonsín, pero sí lo hizo el “kirchnerismo”.  Ese modelo no solo no está agotado (como se quiere hacer creer) sino que es el único camino posible para generar trabajo y  producción local.

El otro modelo, es el de subordinarse como socio menor al capital financiero internacional, a la lógica de altas tasas de interés mayor que la depreciación cambiaria (carry trade) para garantizar ganancia en moneda dura; amplia e irrestricta apertura de la economía (no otra cosa es la importación indiscriminada y los tours de compras al exterior, un claro ejemplo es la importación de automóviles de Brasil), apuntalada por el persistente atraso cambiario; todo ello “anestesiado” por el endeudamiento sin límite de la Nación y de las provincias como si esa deuda alguna vez no hubiera que pagarla.

La fácil y rápida renta de los LEBAC (Letras del BCRA)  y otros títulos de deuda emitido por el Estado Nacional superan ampliamente cualquier inversión productiva, por ende la misma se reduce a donde tienen ganancias por mercados cautivos, pero que a su vez no pueden aumentar la oferta por las restricciones a la demanda.  En el caso de los bienes salarios por el descenso de los mismos en términos de poder adquisitivo y en el caso de los  bienes suntuarios, porque el mercado es una minoría enriquecida que incluso puede comprar (y lo hacen)  esos  productos del exterior.

La combinación del atraso cambiario  y el mal llamado “costo argentino”,  que no es otra cosa que los altos precios (y los altos márgenes de ganancia que de ello se desprende), por los insumos que son utilizados como materias primas o materiales en la elaboración de los bienes finales que se producen en el país (caso acero, aluminio, cemento, petroquímicos, etc.) y productos terminados como alimentos, medicamentos, combustibles y servicios como el de comunicaciones y energéticos, quienes cuentan con mercados cautivos o semi cautivos, fruto de una fuerte concentración económica que les permite fijar los valores con una tasa de ganancia en promedio más alta que la internacional. En ese modelo solo se garantiza la súper ganancia de una minoría rentística, monopolista y parasitaria, a costa de la pérdida del poder adquisitivo de los asalariados en actividad o en pasividad, de la fuente de trabajo, del descenso de la producción y los inevitables aumentos de la desocupación, de la pobreza y de la marginalidad.

Para asegurar que el modelo de subordinación al capital financiero internacional sea aceptado necesitan vulnerar derechos de los trabajadores y de los jubilados y pensionados e incrementar la presión tributaria sobre los que menos tienen, para poder disminuir los gravámenes al capital (y a sus poseedores), lo que el empresario sojero Gustavo Grobocopatel definió como empoderar a los empresarios, facilitarles la vida y la toma de decisiones, pero a costa de complicársela al resto de la población que es ampliamente mayoritaria.

Sobre el autor: Horacio Rovelli

(*)Horacio Rovelli es Licenciado en Economía por la Universidad de Buenos Aires. Profesor a cargo de la asignatura Política Económica de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), y de Instituciones Monetarias e Integración Financiera Regional en la Facultad de Ciencias Económicas (UBA). Miembro de la Comisión de Economía de la Fundación Estado, Trabajo y Producción (FETyP).  Vocal de la revista Realidad Económica. Fue Director Nacional de Programación Macroeconómica en el Ministerio de Economía y Finanzas de la Nación. Autor de numerosos trabajos publicados sobre los temas económicos y financieros.

Autor: Oscar Arnau