La intensa granizada que se registró en la madrugada del lunes causó daños millonarios en viveros cítricos y viñedos de Entre Ríos. “Quedaron como un colador”, dijo un productor afectado.
En la madrugada de este lunes, se registró una intensa caída de granizo en el departamento Concordia que afectó las localidades de La Criolla y Colonia Ayuí.
La piedra provocó importantes daños en plantaciones de cítricos y viñedos de la zona.
Edgardo Siandra, un productor citrícola de la localidad de La Criolla, departamento de Concordia, contó que el granizo rompió parte de la estructura del establecimiento. “Nos tocó a nosotros”, sentenció. El impacto de la tormenta materializó el peor de los temores que tenía junto a su hermano Iván, con quien lleva adelante el invernadero, donde hasta ahora estuvieron exentos. La furia del clima abatió la plantación de vid y la estructura de los plantines de cítricos. También alcanzó otras economías regionales.
Iván y Edgardo son especialistas en la producción de planta cítrica bajo cubierta, un método que siguen bajo la estricta normativa del Senasa, para poder realizar esta actividad.
Edgardo relató que la infraestructura del emprendimiento es su mayor activo y, ahora, se convirtió en el epicentro del daño dentro de la quinta. Para cumplir con las exigencias sanitarias, los productores invirtieron en una serie de invernaderos con costosos techos parabólicos de gran magnitud, cubiertos con polietileno, media sombra y malla antiáfida. “Muchos de esos techos se rajaron. Incluso los más nuevos quedaron como un colador. Nunca había visto algo así: media sombra con polietileno completamente dañado. Es la primera vez”.
El área afectada en su establecimiento asciende a casi tres hectáreas de producción bajo cubierta y según mencionó, prácticamente “todos los techos quedaron dañados”.
Por el momento, determinar el monto de la pérdida es una tarea compleja, pero la cifra se proyecta millonaria. Solo en polietileno, un material clave para la cubierta, “un rollo de los que usamos cuesta alrededor de 800.000 pesos”, y cada invernadero lleva cuatro. «Tenemos entre 15 y 20 invernaderos, todos dañados. Es incalculable dar un número hoy por hoy; la situación es bastante compleja”, explicó el productor, quien recordó que levantar dos invernaderos destruidos por una tormenta de viento en 2014 les costó “entre 27 y 28 millones de pesos” cada uno.
El productor aclaró que la producción de plantines “no se perdió”, pero sí se destruyeron las estructuras de protección. La complejidad se agrava, para ellos, por la dificultad de conseguir mano de obra calificada para reparar las grandes estructuras parabólicas.
Además de los cítricos, la familia Siandra es propietaria de cuatro hectáreas de un viñedo de alta densidad, que abastece su propia bodega y vende uva a la bodega La Caroyense, de Córdoba.
No obstante, este proyecto, “muy elogiado y muy bonito” por especialistas vitivinícolas, también sufrió el castigo climático brutal. “Estaba precioso el viñedo, y ahora verlo todo golpeado genera mucha tristeza. Encontramos mucho racimo en el suelo y muchos granos de uva caídos”, lamentó Siandra. El viñedo, que suele producir entre 60.000 y 70.000 kilos, ve comprometida su rentabilidad tras el impacto.
Los hermanos llevan 13 años con su viñedo y bodega. Esperan poder articular la ayuda necesaria para “poder salir adelante” de este golpe.
Destacó no solo la intensidad con que sucedió, sino la naturaleza del granizo: “Las piedras eran deformadas, con muchas puntas, lo que genera mucho más daño. He visto fotos y videos de otros lugares con granizo redondo, pero acá no: eran todas piedras irregulares, deformadas”.
La franja de granizo fue excepcionalmente amplia y abarcó más de 10 kilómetros de la región, donde afectó no solo a las propiedades rurales, sino también al casco urbano de La Criolla y a otros viveros cercanos que quedaron “completamente destruidos”.
Según relató, la cosecha de arándanos, que está finalizando por esta época, también sufrió “daños importantes”, y la producción de sandía, actualmente en pleno desarrollo, fue prácticamente aniquilada. “En sandía, por ejemplo, no queda prácticamente nada”, anticipó.
Confía en poder recomponerse apoyado en un modelo productivo que se sostiene en el tiempo. “Nací haciendo plantitas. Me emancipé a los 16 años y crecí en la tradición citrícola que me inculcó mi abuelo, Agustín”.